La idea suena tentadora: obtener los beneficios del deporte sin moverse del sofá, tomando una pastilla. Desde hace años, la ciencia explora la posibilidad de desarrollar fármacos o compuestos naturales (los llamados miméticos o píldoras del ejercicio) capaces de imitar algunos de los efectos del entrenamiento físico sobre la salud cardiovascular y metabólica. ¿Es esto posible?. Artículo publicado en la revista Alimente el 28/08/2025.
Que el ejercicio practicado de forma regular y con intensidad moderada es beneficioso, es algo conocido a nivel general. Pero que habitualmente buscamos el camino del mínimo esfuerzo, también lo es. La pastilla representa el camino fácil para sentirnos bien, frente a acciones más costosas como el ejercicio o cambiar nuestros hábitos.
Esto ha hecho que se haya tratado de imitar los beneficios del ejercicio mediante el uso de algunas sustancias que activan mecanismos similares. Una revisión reciente publicada en la revista Trends in Endocrinology & Metabolism por mi buen y admirado amigo, el profesor Alejandro Lucía, es clara: por ahora, ningún medicamento, suplemento o extracto vegetal puede reproducir el complejo entramado de beneficios que el ejercicio aporta a nuestro organismo, «Exercise pills for cardiometabolic health cannot mimic the exercise milieu«, PubLMed, agosto 2025.
En buena parte estas mejoras se deben a la liberación de cientos de sustancias denominadas de forma general como exerquinas, moléculas que producen los músculos, el corazón, el tejido adiposo y otros órganos durante el esfuerzo físico, «Fuerza y fondo: ¿Cómo afectan a nuestra salud?«, Gente Sana, febrero 2021. Estas sustancias viajan por la sangre y actúan en múltiples tejidos, coordinando cambios beneficiosos que afectan desde el metabolismo hasta la función cerebral.
La promesa (y los límites) de las “píldoras de ejercicio”.
En los últimos años, la investigación ha identificado varios candidatos que, en animales de laboratorio, logran reproducir ciertos efectos del entrenamiento:
- Activadores de AMPK como el AICAR: son capaces de imitar los efectos del ejercicio aeróbico, con un efecto similar al de la metformina.
- Agonistas de PPARδ (por ejemplo, GW501516): favorecen el uso de grasas como combustible.
- Agentes que actúan sobre vías circadianas como los agonistas de REV-ERBα, que incrementan la biogénesis mitocondrial y mejoran la tolerancia al ejercicio.
- Fármacos para la diabetes y la obesidad, como los agonistas del receptor GLP-1 (liraglutida, semaglutida), que ayudan a perder peso y mejorar algunos marcadores metabólicos.
- Fitocompuestos como el resveratrol (presente en uvas y arándanos) o las epicatequinas (cacao, té verde) con efectos sobre la función mitocondrial y la función muscular.
Estos compuestos, ya sean sintéticos o naturales, muestran resultados prometedores, sobre todo cuando se combinan con ejercicio físico. Sin embargo, casi todos los estudios sólidos provienen de modelos animales, y la traslación a humanos sigue siendo incierta. Aun así, algunas de estas sustancias han sido incluidas en el listado de sustancias prohibidas por la WADA (Agencia Mundial Antidopaje). Como decía el experto de esta organización, Ron Maughan “Si funciona, probablemente esté prohibido; y si no está prohibido ¡probablemente no funcione!”)
¿Por qué es tan difícil imitar el ejercicio?
El principal problema es que el ejercicio no es una única señal biológica: es una cascada de estímulos interconectados. Durante una sesión de entrenamiento aumentan el flujo sanguíneo y la presión sobre las paredes vasculares, se liberan catecolaminas como la adrenalina, se genera estrés oxidativo controlado y se producen microlesiones musculares que estimulan la reparación y el crecimiento. La tensión mecánica y la vibración también estimulan el metabolismo óseo. Y como hemos señalado, la contracción muscular estimula la liberación de mioquinas, y de exerquinas en general, con efectos sistémicos.
Podemos agrupar los beneficios del ejercicio en el organismo en varios grupos:
- Salud mitocondrial: mejora la función mitocondrial, la sensibilidad a la insulina y la captación de glucosa independiente de insulina. Favorece la calidad de la red mitocondrial y mejora el manejo de especies reactivas de oxígeno (ROS) durante la respiración celular.
- Reducción de la inflamación crónica: la actividad física regular disminuye marcadores inflamatorios como proteína C reactiva (PCR) y citoquinas proinflamatorias como TNF-α. Reduce la producción de leucocitos inflamatorios mediante menor señalización de leptina en la médula ósea. Disminuye la oxidación de lipoproteínas y los productos finales de glicación avanzada (AGEs), y libera exerquinas con efecto antiinflamatorio.
- Salud vascular: Son múltiples los efectos del ejercicio sobre el sistema vascular. La actividad física mejora la función endotelial y la dilatación dependiente de óxido nítrico y aumenta la angiogénesis (formación de nuevos vasos sanguíneos). Reduce la producción de moléculas de adhesión vascular (VCAM-1, ICAM-1), la vasoconstricción mediada por angiotensina II y el estrés oxidativo local. Además, estabiliza las placas ateroscleróticas y mejora el flujo coronario.
- Equilibrio autonómico: el ejercicio aeróbico regular protege contra las arritmias, al aumentar el tono vagal y reducir la activación simpática del corazón. También incrementa la variabilidad de la frecuencia cardíaca en reposo y protege frente a arritmias ventriculares malignas.
- Beneficios sobre el corazón: Se reduce el estrés de la pared del miocardio y mejora la contractilidad, estimulando la regeneración de cardiomiocitos. Activa la telomerasa y libera exerquinas que favorecen la reparación cardiaca.
- Liberación de exerquinas: Con la actividad física, se producen óxido nítrico y factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF) que mejoran la regeneración cardiaca y reducen la inflamación y la trombosis. Las mioquinas como IL-6 regulan la angiogénesis, la función endotelial, la lipólisis y el metabolismo de la glucosa.
Estos picos y descensos en diferentes moléculas y vías metabólicas son lo que desencadena con la repetición de sesiones las adaptaciones beneficiosas a largo plazo del ejercicio. Ningún fármaco puede reproducir simultáneamente la diversidad de señales, su intensidad y su sincronización en todo el organismo.
Además, los beneficios del ejercicio dependen de factores individuales como la edad, el sexo, la genética, la dieta, el sueño o el nivel de condición física previo. Esto complica aún más el desarrollo de una pastilla “única” que funcione para todos.
La seguridad, otro escollo.
Mientras que la actividad física es segura para la mayoría de la población (salvo casos como enfermedades cardíacas graves no controladas) las píldoras de ejercicio no están exentas de riesgos.
Por ejemplo, el GW501516 fue retirado de ensayos clínicos y prohibido por riesgo potencial de cáncer en modelos animales. El AICAR puede elevar la presión arterial y provocar acumulación de ácido láctico y úrico en sangre. Incluso algunos compuestos naturales, como el resveratrol en dosis muy altas, podrían causar estrés replicativo en las células, un fenómeno ligado a inestabilidad genómica.
En cambio, fitocompuestos como la urolitina A o la epicatequina parecen tener un buen perfil de tolerancia en humanos, aunque los beneficios observados son modestos y no sustituyen la actividad física.
Aplicaciones posibles (y realistas).
Aunque la fantasía de “sustituir el gimnasio por una pastilla” no es viable, la investigación en este campo podría tener aplicaciones médicas valiosas. En personas con discapacidades graves o enfermedades que impiden moverse (parálisis, distrofias musculares, periodos prolongados de inmovilización) ciertos fármacos o suplementos podrían ayudar a prevenir la pérdida de masa muscular o mejorar la salud metabólica.
Otra línea de trabajo es el uso combinado: potenciar los efectos del entrenamiento con fármacos o fitocompuestos que actúen sobre vías específicas, optimizando las adaptaciones y reduciendo el tiempo necesario para obtener beneficios.
La verdadera píldora existe.
Las técnicas de análisis multi-ómicas (genómica, metabolómica, proteómica, etc.) están permitiendo identificar nuevas exerquinas y rutas biológicas implicadas en la respuesta al ejercicio. Esto abre la puerta a terapias más precisas y personalizadas. Pero falta mucho camino por recorrer antes de que sea posible recetar una “píldora de ejercicio” segura y eficaz.
Mientras tanto, el mensaje de Alejandro Lucía y su equipo es claro: si puedes moverte, hazlo. Ni el resveratrol ni otras sustancias pueden por ahora (ni probablemente en el futuro) sustituir la combinación única de estímulos que proporciona el ejercicio real, con sus beneficios físicos, mentales y sociales. La pastilla más efectiva y segura ya existe: se llama actividad física.
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